Una mosca con gustos diferentes/Coaching Social (Porción II):

Coaching Social: Ese desconocido que puede hacer tanto por ti  (Y por tu prima que acaba de dejar a su novio porque roncaba y ahora se siente culpable).

Una mosca volaba, elegante, firme, permitiendo que el sol le arrancase brillos verdes tornasolados de la piel. Bajo ella, una enorme montaña de excremento de vaca. La mosca, en un picado perfecto, que más parecía el vuelo del Barón Rojo que el de un insecto en busca de su alimento, alcanzó la superficie, abrió la trompa y succionó una gran porción de su nutritivo objetivo. Según iniciaba el ascenso, notó que su estómago rechazaba el alimento y no pudiendo mantenerlo dentro de su organismo, permitió que saliese y cayera sobre la montaña de la que había sido arrancado.

Un oso hormiguero que por allí pasaba, le preguntó. ¿Por qué rechazas las heces cuando te izas? ¿Qué?, preguntó la mosca. Que por qué vomitas la mierda que estabas comiendo, contestó el oso, mientras pensaba que cuando hablaba fino, no le entendía nadie.

La mosca le respondió que siempre comía de la parte de arriba de las bostas (también ella quería ser fina) y luego se sentía indispuesta y expulsaba todo.

El oso hormiguero, después de pensar unos segundos, le comentó: ¿Has pensado en comer de otra parte de la moñiga? A la mosca se le abría posibilidad de comer sin vomitar, por lo que es posible que no llegase a morirse de inanición, como ya sospechaba que podría pasar. Así que toda contenta, se lanzó a comer mie.., perdón, excremento de los bordes inferiores, que suelen estar más secos. Pero una vez que lo sintió dentro de su boca, todo en ella se revolvió y el resultado fue el mismo. Arrojó otra vez.

Entonces el oso hormiguero le lanzó una pregunta echeverriaicamente llamada ortogonal (aunque él no lo supiera): Perdona, mosca, pero… ¿a ti te gusta comer mierda? Los cientos de celdas de los ojos de la mosca se abrieron de tal forma que parecían una exposición de azulejos de cocina de los años sesenta. ¡No! Contestó eufórica. ¡No me gusta nada comer mierda!, por muy ecológica que sea la de vaca.

Entonces, ¿qué vas a hacer?, inquirió el oso hormiguero.

La mosca estaba confundida por su descubrimiento: No sé, contestó.

El oso hormiguero, venció la tentación de darle su opinión, y siguió preguntando. ¿Para qué comes excrementos (eligió este término porque ya había salido demasiadas veces la palabra mierda, y le gustaba cuidar la formas), si sabes que te sientan mal y además no son de tu agrado?

No lo sé, contestó pensativa la mosca. Supongo que porque todas mis hermanas y amigas son coprófagas (también quería resultar fina).

El oso siguió con su línea interrogatoria: ¿Y quién decide qué es lo que comes, tu hermanas y amigas, o tu propia conveniencia y paladar?

No, claro, llevas razón, dijo la mosca mientras pensaba que llevaba toda su corta vida haciendo el canelo.

El oso hormiguero, siguió, aunque también con algo de curiosidad por el extraño caso de la mosca verde tornasolada a la que no le gustaban las moñigas: ¿Y hay algo que creas que te podría gustar comer?

La mosca lo tenía clarísimo, así que la respuesta salió como un estallido de felicidad. ¡Los restos de las hamburguesas de comida rápida que tiran las personas!

Con gran esfuerzo, el oso hormiguero logró callar su pensamiento, ya que para él las bostas de vaca y la comida rápida humana eran la misma mierda. La mosca había encontrado su propia solución y era ella la que tenía que elegir sobre su propia vida. Así que, para asegurarse de que esta conversación no se quedase sólo en buenas intenciones, le preguntó: ¿Y entonces qué vas a hacer con esto?

La trompa de la mosca dibujaba, dentro de lo fisiológimanete posible, una sonrisa serena y esperanzada: A partir de ahora, voy a comer sólo lo que me guste, sin importarme lo que hagan o piensen las demás moscas, y así no vomitaré ni me moriré de hambre. Empiezo ahora mismo.

El oso hormiguero estaba encantado, así que decidió compartir con la mosca su secreto: A mí me pasaba lo mismo, dijo orgulloso. Odiaba las hormigas. No me gustaban ni fritas, como las hacen las personas en Colombia.

Sí, exclamó la mosca. ¿Y ahora qué comes?

Cuando el oso hormiguero respondió, la mosca ya no podía oírle. ¡Moscas!, dijo masticando, me pirran las deliciosas moscas comemierda.

Se supone que, al ser o parecer una fábula, debe tener moraleja. Así que cada cual saque la suya.

Yo propongo algunas partiendo de la base, por si alguien no se ha enterado todavía, de que el oso hormiguero, o es coach, o tiene conocimientos de las herramientas del coaching. Así que…

Moraleja 1 (Para todo el mundo): Si te pones en manos de un buen coach confiando en sus conocimientos  y técnicas, podrás cambiar la forma de ver tu vida y obtener resultados más satisfactorios en todas sus facetas.

Moraleja 2 (Para coachs): El comerte a tu coachee puede proporcionarte una momentánea sensación de bienestar, e incluso aportarte nutrientes para un día, pero es poco probable que este coachee te recomiende a sus amistades, y probablemente, si se corre la voz, estés minando la confianza del resto de las personas en los procesos de coaching.

Conclusión: El/la coach no te da soluciones, porque serían las «suyas» no las «tuyas». Sólo te acompañará en tu proceso y con sus conocimientos y técnicas, colaborará en que seas tú quien las encuentres.

 

Hasta la próxima, que será, si hemos terminado la lección II, la número III.

Besos y besas a todas y todos.

 

7 comentarios sobre “Una mosca con gustos diferentes/Coaching Social (Porción II):

    1. Lo de «comer mierda» me parece de lo más ilustrativo y certero en cuanto a lo que nos toca vivir a muchos. Habrá ocasiones en que no nos quede otra…o sí. No sé, yo al menos le voy a dar una vuelta. Gracias Coach!!!

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  1. Menos mal que los coaches no nos comemos a los coachees… Algunos serían realmente indigestos…

    ¡Gracias por la historia! Creo que queda muy gráficamente explicado qué es el coaching y cómo funciona…

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